Por: Juan Jacobo Casas Roncancio, estudiante pregrado en Ciencia Política UdeA
«... En esos territorios que son un completo misterio para el gobierno central, aquellas comunidades olvidadas y excluidas en donde la única presencia del Estado es el pie de fuerza del ejército, y la figura institucional es el alcalde que los visita una vez al año para el censo. Allí mismo, estarán aquellos que recibirán la salvación a lomo de mula...»
Cada domingo de Ramos se relata la llegada triunfal de Jesús a Jerusalén, desde el Monte de los Olivos descendiendo en un humilde burrito y recibido con ramos y hojas para celebrar su llegada.
Bueno, en nuestro país, un territorio que aún desconoce que hay familias que subsisten más allá de las urbes, que desconoce la existencia de comunidades que trascienden más allá de la vista de las élites, que olvida la existencia de corregimientos en donde aun no han llegado los servicios básicos, ¿será allá a donde llegue la gran salvación? Pero no hablo de la segunda llegada del Mesías o bueno, no del que todos se imaginan. Me refiero a las vacunas, a aquellas esperadas y anheladas vacunas que ya han causado polémica en nuestro país.
Al día de la redacción de esta columna, se han perdido un total de 16 vacunas en todo el territorio nacional, y ni que hablar de la suspensión de la aplicación de 5777 dosis en el departamento del Tolima, en donde, una ruptura de la cadena de frío, sería el desencadenante de este suceso. Pero bueno, al menos no era el paseo a Panaca de la familia presidencial, eso sería una total falta de profesionalismo del equipo de logística.
Es curioso pensar en el realismo mágico de nuestro país, pensar que se ha visto todo y despertar con alocuciones que rompen todo orden lógico deja ver la ilusión y poco conocimiento que tienen nuestros líderes y funcionarios sobre nuestro territorio.
Recuerdo aquella alocución del Ex-ministro Botero, quien explicaba que el aumento de los índices de inseguridad en el Vichada, era por delitos menores como robo de ropa extendida. Colombia es un país lleno de tragedias y comedias; al levantarnos no sabremos qué más esperar, nos llenamos de tantas decepciones que ya solo nos queda reír para contener las lágrimas de indignación sobre cada una de las situaciones que suceden en nuestro país.
No obstante, aquel 10 de febrero me sorprendió leer en el periódico El Espectador las palabras de Gerson Bermont, director de Promoción y Prevención del Ministerio de Salud que decía textualmente: “Las vacunas serán entregadas a los vacunadores, que serán los encargados de desplazarse por diferentes medios de transporte...Algunas deben atravesar ríos, trochas a lomo de mula, desplazamientos que pueden durar entre 30 y 45 días de recorrido, y esto lo hace desde hace muchos años el PAI”.
Esta es la única esperanza para las comunidades más alejadas y escondidas de nuestro territorio, la llegada de una mula con aquellas tan esperadas y anheladas vacunas. En esos territorios que son un completo misterio para el gobierno central, aquellas comunidades olvidadas y excluidas en donde la única presencia del Estado es el pie de fuerza del ejército, y la figura institucional es el alcalde que los visita una vez al año para el censo. Allí mismo, estarán aquellos que recibirán la salvación a lomo de mula.
Este es nuestro realismo mágico, la magia de vivir bajo el liderazgo de familias que desconocen completamente la realidad de su país, de aquellos que son inocentes de la lucha de cada una de las personas que habita en los departamentos del olvido: Chocó, Amazonas, Caquetá, Nariño, Cauca, todos ellos son la muestra viva de un gobierno que se hace el de la vista gorda, de un presidente que sólo se preocupa por aparecer diariamente a las 6 de la tarde en su acostumbrada alocución "informativa".
Colombia posee un realismo mágico, el cinismo e inocencia de cada uno de nuestros funcionarios, aquellos que desconocen las condiciones reales en las cuales se encuentra su territorio. Donde sus miradas, no van más allá de las fronteras de sus fincas, en donde sus soluciones se reducen a la presencia del pie de fuerza, en donde uno de sus puertos más importantes está bajo el mando de disidencias y grupos armados, en donde se sueña reconstruir a Providencia en 100 días, pero tienen a Mocoa olvidada desde hace dos años.
En fin, tal vez nuestro salvador llegará, como lo dice Bermont “Al lomo de mula”. Tal vez, ese será el día en que llegaremos a contemplar un cambio en nuestro país. Tal vez, solo queda esperar a que llegue ese Mesías a despertar y actuar sobre cada una de estas realidades en las cuales nos encontramos. Así llegará la salvación a Colombia. Así entonces, será cuando despertemos de la ilusión, esa misma ilusión en la que vive el gobierno nacional; una realidad que supera cualquiera de los cuentos que alguna vez escribió Gabriel García Márquez. Una realidad que rompe con cualquier ficción alguna vez pensada.
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