Por: Carlos David López Noriega, profesor Facultad de Derecho y Ciencias Políticas UdeA
«... Es una estrategia de enorme poder que invita a pensar con anticipación para la universidad de hoy y del futuro. Impulsa la idea de una Universidad que protege su patrimonio general, comenzando por el más valioso de todos: los universitarios y su potencial para crear, transferir y fomentar conocimiento y cultura...»
Hace algunos días, en una noche de ocio de aquellas que no son muy frecuentes en estos días, encontré un pequeño artículo que hablaba de la vida y la evolución. En el artículo se mencionaba que más que adaptación, la vida como la conocemos es producto de la anticipación. Las especies que hoy nos acompañan estaban adaptadas antes de que llegara el cambio. Las especies extintas simplemente no tenían los atributos necesarios que el cambio ambiental les exigió. Esta idea es muy poderosa para las organizaciones de hoy.
En estos tiempos turbulentos, tan variables e inciertos no es suficiente ofrecer un servicio de calidad. Muchas organizaciones hoy extintas ofrecían y cumplían con una promesa de muy alta calidad aplicada a productos o servicios que, de forma casi desapercibida, fueron perdiendo pertinencia.
En esa vía, particularmente en la actualidad hiper tecnológica de nuestros pandémicos días, organizaciones tan singulares como las universidades están bajo cuestión, sometidas al escrutinio del público sobre su pertinencia y su capacidad, no solo de anticipar las transformaciones sociales, sino dirigirlas. Pero para ello se requiere anticipar su propia evolución, adelantando la preparación que las circunstancias del porvenir, adversas o no, le pueden exigir.
Una manera inteligente de lograr esta anticipación es precisamente una buena política de gestión del riesgo. Es una estrategia de enorme poder que invita a pensar con anticipación para la universidad de hoy y del futuro. Impulsa la idea de una Universidad que protege su patrimonio general, comenzando por el más valioso de todos: los universitarios y su potencial para crear, transferir y fomentar conocimiento y cultura.
La política de gestión integral de riesgos de la Universidad de Antioquia (Acuerdo Superior 435 de 2018), emerge como un mecanismo idóneo para la transformación positiva de la institución. Sin embargo, una condición indispensable para que la implementación de la política funcione es el trabajo colaborativo, participativo, multidisciplinar, dinámico, corresponsable y comprometido de todos los estamentos interesados en la Universidad y sus dependencias académicas y administrativas. En sí misma, es también una forma de aprender sobre la Universidad y su potencial transformador, comprendiendo la manera de proteger dicho potencial y generando mayor valor público.
En esa ruta, resulta importante resaltar la relevancia del reto que significa implementar la política de gestión integral de riesgos y la nueva metodología adoptada para su gestión. Significa comprender que, para la Universidad de Antioquia, que es una organización pública, abierta, auto-constructiva y dinámica, que equilibra cierto grado de orden y de caos (“caordica”, dirán algunos), es vital adoptar de forma anticipada medidas para responder a los eventos adversos que la realidad incierta de hoy le plantea, con la capacidad de aprender y fortalecerse en el proceso e identificar las oportunidades que se le presenten. La Política de Gestión Integral de Riesgos, con el trabajo colaborativo consciente de la comunidad universitaria, es el vehículo para lograrlo.
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