(…) Porque hay tanta distancia de cómo se vive a como se debería vivir (…) [1] Nicolás Maquiavelo
Más allá de las preocupaciones justificadas por la crisis actual que atraviesa el planeta, nuestro país y Antioquia, ha quedada demostrada la necesidad de pensar en nuevas formas y alternativas de interactuar, de ser con nuestro entorno y de gestionar los problemas públicos.
Gramsci entendía la crisis como ese punto del presente histórico en el cual lo viejo no acaba de partir y lo nuevo no termina de llegar. En ese entendido, la actual crisis debe entenderse como una oportunidad menesterosa –ventana de oportunidad– para cambios radicales; se necesita que lo constitutivo de eso “nuevo” sea coherente con las necesidades que como seres humanos tenemos.
Si las sociedades actuales son el resultado de las relaciones de poder que las han precedido; hoy, la evidencia coyuntural, la desprotección del pedazo de sociedad más vulnerable, reta a los tomadores de decisiones a asumir posturas y soluciones diferentes frente a los problemas públicos que entrarán a la agenda en el futuro cercano.
El mundo exigirá nuevas formas de gobernar que requerirán de innovaciones disruptivas en la aplicación de las cambiantes dinámicas de gobernanza, ya que hoy lamentablemente se reducen a simples formalismos de convalidación a través de particulares formas de participación ciudadana: “firme la asistencia y reclame el refrigerio de la sesión en el receso”.
Es necesario un rediseño de instituciones, que dé cuenta de la materialización de intenciones y promesas de la Constitución Política y, en especial, de la garantía efectiva de los Derechos Fundamentales.
Se necesitará que nuestros gobiernos, tanto locales y nacionales, sean conscientes que gobiernan sobre VIDAS humanas, vidas nudas. Por ello, la intervención de los problemas públicos debe ser efectiva y sin vacilación, ponderando la necesidad de protección de la integridad de las personas naturales sobre los intereses corporativos de las personas jurídicas presentes comercialmente en el territorio, o con incidencia real sobre este.
Este es un llamado a leer la crisis de la manera como María Teresa Uribe (2004) insta a que entendamos el mito de la caverna de Platón, como “una convocatoria a la acción política de los sujetos corrientes; a politizar sus demandas, a desarrollar prácticas colectivas tendientes a modificar los entornos y los contextos históricos y culturales en los cuales desenvuelven su quehacer y a modificarse ellos mismos en ese encontrarse cotidiano con la pluralidad de actores, órdenes, ideas, propósitos y proyectos distintos”. Invitación que está formulada para que la ciudadanía, con determinación, exija y sea partícipe en las políticas que tiene vocación de incidir en su entorno, en su vida.
En este mismo sentido concuerda Stiglitz (2020), que -refiriéndose a la necesidad de la disminución del influjo de la riqueza en la democracia- establece que se requiere un poder que compense al poder económico y que dicho poder no puede ser otro sino el “poder del pueblo”. Dice, además, que los movimientos sociales que trabajan concertados entre sí pueden ser más importantes, incluso, que el mismo dinero.
La crisis traída por el Covid-19 ha evidenciado la marcada desprotección de los más vulnerables, que lo son por la enorme desigualdad social que ha venido sufriendo el país de forma estructural. Dicha desigualdad debe ser intervenida vía toma de decisiones públicas vinculantes es un problema público susceptible de ser intervenido políticamente, esto para quien aún hoy rescatan la naturaleza en este tipo de fenómenos.
Hoy ha surgido en la sociedad, espontáneamente, la necesidad de querernos vivos y querernos bien. Todos queremos vernos en clases pronto, en los ambientes profesionales, todos queremos seguir soñando. Sin embargo, nuestra formación nos enseña que más allá de los sueños, se requiere de trabajo bien orientado y liderado por gobiernos que se atrevan a innovar.
Hoy la innovación debe reflejarse en la toma de decisiones que vindiquen LA HUMANIDAD como valor supremo, en la necesidad de dar valor a la VIDA existente en los demás seres que habitan el planeta. En que el ágape –forma de amor griega que reivindica el afecto por alguien a través del deseo de su bienestar– sea una categoría política relevante, en que nos interese votar por un programa que reivindique el deseo por el bienestar de las personas sencillas de Colombia.
Le debemos a la filosofía la más interesante literatura frente a la certeza de la muerte lo que insta a amar la vida –las más de las veces– y, bajo esta premisa, nos debemos a nosotros la transformación de lo que se está haciendo mal, nos seguimos debiendo a nosotros el exigir que las cosas sean diferentes, recordando a N. Maquiavelo “Si basta un solo hombre para fundar y organizar un estado, no duraría este mucho si el régimen establecido dispusiera de un hombre solo, en vez de confiarlo al cuidado de muchos interesados en mantene
Esta certeza de muerte debe ser un pilar para la organización y el quehacer político, para mejorar la participación política de los ciudadanos, para exigir calidad e impacto en las políticas públicas, para que se valoren los pilares de la humanidad, de lo que significa estar vivos. Este escenario es un reto para las administraciones, las actuales y las futuras, se exigirá innovación en las políticas públicas, ellas deberán atender a la nuda vida.
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[1] Muchos se han imaginado repúblicas y principados que nadie ha visto jamás ni se ha sabido que existieran realmente; porque hay tanta distancia de cómo se vive a cómo se debería vivir, que quien deja de lado lo que se hace por lo que se debería hacer, aprende antes su ruina que su preservación. Nicolás Maquiavelo, El príncipe, Edición elalep.com Disponible en http://www.redpizarra.org/uploads/WikiPizarra/Elprincipe.pdf. Pág. 78.
[2] Nicolás Maquiavelo, Discursos sobre la primera década de Tito Livio. Librería virtual interlibros. pág. 33. Disponible en http://webs.ono.com/libreriavirtual/index.html
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