Con toda esta situación es inevitable - además de preocuparnos por el estado de salud de cada ciudadano y sobre todo de las personas de la tercera edad, de la capacidad de nuestros sistemas sanitarios, y de la crisis económica que ya vivimos- preguntarnos por la dinámica de la política en la excepcionalidad sanitaria, y colateral a ello, preguntarnos por la imposibilidad de la protesta social de calle o presencial que esta situación impone.
En otras palabras, la protesta social presencial o de calle, a juzgar por las más recientes experiencias de confrontación y resistencia ciudadana activa a medidas gubernamentales como las de Hong Kong, Ecuador, Chile, Colombia, Venezuela, por mencionar solo algunas, están siendo marchitadas por fuerza mayor; pues el miedo y la alarma social que se ha activado refuerza la imposición legal de los estados de emergencia -por razones de salud pública- la prohibición de realizar acciones colectivas como las protestas en espacio público, donde por naturaleza estas son realizadas.
A juzgar por el artículo de Gideon Lichfield, publicado en el portal del MIT Technology Review[1], la mejor estrategia según el reciente informe del Imperial College de Londres es el confinamiento durante dos de cada tres meses hasta que haya una vacuna disponible que como mínimo se obtendrá dentro de 18 meses.
Señalan que el confinamiento debe ser estricto en estos intervalos de tiempo dada la idea de que no es posible mantener el confinamiento total por razones económicas, pero tampoco es viable una formula con menor intensidad de la cuarentena o confinamiento porque entonces la multiplicación de los contagios y por ende la propagación del virus no daría tregua y no tendríamos ninguna posibilidad de ofrecer los servicios de salud mínimamente necesarios en calidad y cantidad.
El mes que se podría salir a la calle sería bajo estrictas condiciones de no aglomeración que haría que en términos prácticos, adoptáramos una forma absolutamente diferente de socializar.
Tan solo otros dos asuntos deseo mencionar relacionado a esto, partiendo del hecho de que es innegable la utilidad y legitimidad del método de protesta de calle en los casos mencionados por no decir que en todos los demás que se presentan en el mundo, dentro de una mentalidad democrática y moderna de la política.
La situación de confinamiento podría tomar tintes claros de autoritarismo sanitario, donde con la excusa de detener el virus, se hace un manejo políticamente interesado tanto de la manera de diagnosticar los casos como de contabilizar y publicitar dichas cifras, manejando emocionalmente a la población con sensaciones permanentes de alerta, miedo, y relativos momentos de esperanza fluctuantes.
No nos llamemos a engaños, sabemos que el método científico en muchas ocasiones se torna al servicio de quienes se encuentran en la posición dominante o privilegiada del flujo de la información bajo la lógica del saber-poder, canonizando versiones de la realidad.
También es complejo negar de tajo la posibilidad de que la pandemia en cuestión, siendo real, sea exagerada, generando con ella una perfecta cortina de humo útil para la realización de modificaciones impopulares en el sistema económico internacional.
El segundo aspecto de muchos otros que emergen actualmente, en relación directa al tema de la cooptación de la dinámica de la política “de la calle”, es la del otro campo desde el cual se ejerce la protesta y la libre expresión ciudadana, el activismo digital.
Resulta como una consecuencia posible con las medidas de alejamiento social, la manera como toma ventaja o se profundiza el control y la dependencia humana y social de la tecnología, dada por las grandes multinacionales de las que precisamente dudamos, pero que en momentos como éste serán la absoluta reina de la socialización masiva entre los seres humanos, es otra forma de decir, bienvenidos a la dictadura totalitaria de la inteligencia artificial.
Debemos mantener el espíritu crítico tanto hacia nosotros mismos y nuestro comportamiento aséptico y solidario, como hacía las autoridades que en pocos lugares han priorizado la fortaleza de los sistemas de salud y que además a nivel global se encuentran en una posición absolutamente ventajosa frente a la “ciudadanía de a pie”, por lo que pronto debemos contar con un comité ciudadano que permita corroborar y confirmar tanto la información que nos dan como las medidas que se toman.
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