Opinión: No subestimar. Una lección

Por:​​​​​​​Santiago Grisales Taborda, Comunicador Audiovisual,
Politécnico Jaime Isaza Cadavid; estudiante Ciencias Políticas UdeA
"... La génesis de las actuales protestas se considera a partir de la muerte de George Floyd, asfixiado por un oficial “blanco” en la ciudad de Minneapolis, donde una detención terminó en el arresto y posterior fallecimiento de Floyd; empero, quedarse con este hecho como el detonante resulta insuficiente, casi vacío,..."
«...Harold Wilson, ex Primer Ministro del Reino Unido por el Partido Laborista, sostenía que la labor de los políticos es aplacar más crisis de las que crean; muy en cambio, pareciera que Trump ignora por completo la premisa, ignora el descontento e ignora las protestas que ya tocan la capital estadounidense...»

Con gran impacto he visto las imágenes que se publican de Estados Unidos (EE.UU) en las últimas horas, en diferentes medios, redes sociales y portales web. Mareas de personas en las calles, choques entre los manifestantes y los agentes antidisturbios refrescan la memoria de las movilizaciones del 2019 alrededor del globo.
No obstante, lo estremecedor y lo llamativo de todo no fueron las ya conocidas y variopintas formas de manifestación, sino la nuez de la misma, su centro y lo que proviene de ella.
Muchos hechos a lo largo de los años han despertado la efervescencia social, y ningún país es inmune a un estallido de su población; incluso los países que no eran objeto de nuestros medios de comunicación, han tenido grandes concentraciones públicas y develados repertorios de las protestas que no son tan ajenos a Colombia, verbigracia, las protestas de Finlandia en 2015 (RTVE, 2015).
Ahora, nos enteramos, que es nuevamente el turno de los Estados Unidos en experimentar las mareas, aunque en esta ocasión los hechos los veo casi como una epifanía, si se me permite el término.
La génesis de las actuales protestas se considera a partir de la muerte de George Floyd, asfixiado por un oficial “blanco” en la ciudad de Minneapolis, donde una detención terminó en el arresto y posterior fallecimiento de Floyd; empero, quedarse con este hecho como el detonante resulta insuficiente, casi vacío. Va más allá…
No pretendo, ni mucho menos, hacer un epítome de la herida racial que aqueja a EE.UU, así como a cientos de otras naciones; pero no puedo dejar como un tema sibilino, vedado, decir que el hervor por la desigualdad, la brecha racial, el estigma y el dedo inquisidor de “color blanco” es un tópico que pareciera oscilar en el péndulo de la agenda pública, que es un paréntesis en medio del incesante repertorio noticioso alrededor de la pandemia. Me reúso con fuerza a esa posibilidad. Esto tiene raíces, tan profundas y tan fuertes, que apenas asoman, brotando en un sentimiento colectivo que da y dará mucho que pensar.
Cambié de asunto, pero no de tema. Me ocuparé de nuevo de aquello impactante, de aquello que, de golpe, me hizo recordar hechos históricos y motivó el presente escrito:
Ya en las calles, con los ánimos caldeados, la ira supurante y el grito por la igualdad racial en boca del planeta, transitaron unas imágenes de la estación de policía de Minneapolis envuelta en llamas, incendiada por la multitud enardecida por la muerte de Floyd.
Ahí hice una comparación inmediata, un símil que me remitió al momento en que la Casa Blanca fue incendiada por los británicos en 1814; ambos edificios, claros en la negrura nocturna, ardiendo en un rojo brillante, la estación de policía de Minneapolis en fotografías de alta definición, y la Casa Blanca en la representación del artista Tom Freeman.
No quiero que se crea que intento hilar muy fino con el cotejo anterior, pero lo que pretendo con esto es que se consideren los efectos resultantes de subestimar a la minoría en el caso en cuestión, o al adversario en el caso en comparación. Los estadounidenses creyeron que el haber derrotado al Reino Unido en la Guerra de Independencia les daba el aval de hacer una nueva guerra en su contra, terminando con la emblemática residencia presidencial envuelta en llamas.
Y ahora, la clase política del país del norte considera que puede aplacar el creciente movimiento por la igualdad racial con represión (uso de la fuerza), actuaciones que, en lugar de ofrecer una solución a corto plazo, agravan y suman adeptos a la marea social.
Respecto a esto, el presidente de EE.UU, Donald Trump, quien se juega la reelección en las elecciones de noviembre, pide mano dura contra los violentos, únicamente mano dura, ya que a menos que lo haya pasado por alto (mea culpa de ser así), no ha puesto sobre la mesa una solución a las raíces de la discriminación que siguen manchando el nombre de la institución policial estadounidense y, en últimas, de varios sectores que se ufanan en considerarse con mayores derechos que los afroamericanos.
Harold Wilson, ex Primer Ministro del Reino Unido por el Partido Laborista, sostenía que la labor de los políticos es aplacar más crisis de las que crean; muy en cambio, pareciera que Trump ignora por completo la premisa, ignora el descontento e ignora las protestas que ya tocan la capital estadounidense, y mientras él espera en un bunker que la mano dura ponga fin a las protestas de la minoría, cuando salga de él, se encontrará afuera, en la Avenida Pensilvania, que los afroamericanos ya no serán tomados como minoría.
Referencias
RTVE. (2015, septiembre 18). Finlandia vive su mayor protesta social en 20 años contra los recortes del nuevo Gobierno. Disponible en:

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